segunda-feira, 13 de agosto de 2012
Cleopatra, y con sólo nombrarla nos situamos en el Antiguo Egipto. Si nos sometemos al rigor histórico encontraremos que esa reina que se a transformado en todo un icono es exactamente Cleopatra VII.
Es decir que hubo seis antes que ella que llevaron tal nombre y que no contaron con la fama de esta. ¿Por qué? En parte por lo que ya dijimos al comienzo, pero también por las características que la dama ostentaba.
La séptima Cleopatra de la dinastía Lágida, la última y la más poderosa, accedió al trono el imperio a los 17 años. Como se acostumbraba en aquella cultura, se casó con su hermano Tolomeo que por entonces tenía apenas 12 años.
Era el año 51 a.C cuando Tolomeo XII Auletes padre de Cleopatra y Tolomeo, unidos en matrimonio, murió dejando el imperio a manos de sus hijos. Desde entonces ambos se enfrentaron por el poder en un lucha que terminaría ganando la joven.
Durante su reinado, Cleopatra VII intentó por todos los medios de reafirmar la independencia de Egipto ante el poderosísimo imperio Romano, pero su historia ligada a las tierras de los Césares es de una complejidad política digna de los tiempos que corren.
En principio, desterrada por su hermano Tolomeo, se valió de su poder de seducción para atraer los favores del por entonces general del ejercito romano Cayo Julio César con quién tuvo un hijo al que llamaron Cesarión.
Cuenta la leyenda que ella se presentó desnuda ante el general romano para conseguir su apoyo en la batalla por el poder que estaba librando contra sus enemigos internos. Saber si se presentó o no desnuda, es lo de menos, pues igualmente consiguió lo que buscaba: volver al trono de Egipto.
Cleopatra dio a luz a Cesarión en el 47 aC y fue a Roma donde el padre de aquella criatura había sido nombrado "Imperator". Tras el asesinato de Julio César, el ambiente político de Roma no era el ideal para que permanezca allí la joven madre y su hijo (ilegítimo para las leyes romanas).
Cleopatra volvió inmediatamente a Egipto para hacer asesinar a su hermano y asociar al trono a Cesarión.
De la morena de pelo negro son pocos los datos fehacientes que podemos brindar sobre sus dotes físicos. Aunque no así de su inteligencia política y de su capacidad de seducción, quizás basada únicamente en una desfachatez y una moral "flexible" para la época, pero sumamente efectiva para sus propositos.
En el 41 a.C cayó bajo sus encantos Marco Antonio, con quién protagonizó un verdadero romance de película. Fría y calculadora en muchos aspectos, logró que el gobernador de la parte oriental del imperio romano pusiera a su disposición las victorias obtenidas.
Fue con Marco Antonio con quien conquistó los territorios de Chipre, Fenicia, Cicilia, Arabia y parte de Judea, para el imperio egipcio.
En Roma no se veía con buenos ojos las conquistas que Marco Antonio y su reina estaban llevando a cabo. Entonces el Senado Romano le declaró la guerra a la pareja. Las tropas del Emperador César Augusto terminaron por derrotarlos en la batalla de Accio (31 aC) y Marco Antonio y Cleopatra regresaron a Alejandría donde tomaron la resolución de terminar con sus vidas.
Lista para el suicidio, la historia dice que la llamada Reina del Nilo, utilizó el veneno de un áspid (pequeña serpiente muy venenosa de las que abundaban en los desiertos de oriente).
Así terminó la vida de aquella enigmática dama que para algunos sólo fue una exótica señorita que solía bañarse en leche de cabra.
Lo cierto es que la Reina del Nilo ya sospechaba y, de hecho, ejercía el poder que una mujer desprejuiciada e inteligente (más allá de las valoraciones morales que cada uno pueda hacer del caso) tiene en sus manos cuando su objetivo es claro.
Valiéndose de su capacidad de seducción y echando el ojo sobre personajes verdaderamente influyentes para la época: la fama de Cleopatra, la séptima, llega hasta nuestros días.
Nació en Alejandría en el 69 a.C y murió en la misma ciudad en el año 31 a.C.
Tanto su vida como su muerte fueron el resultado de una existencia en donde puso todo en juego. A los 17 fue reina, se mantuvo 22 años en el poder y a los 39 ya había vivido demasiado.
Cuál habrá sido su último pensamiento antes de que el veneno mortal ejerciera su efecto definitivo, será otro de los infinitos misterios que la historia no debela ni lo hará jamás; o sí prefieren: otro de los misterios que permanecerán por siempre custodiados por el paisaje del delta del Nilo o de las arenas del desierto egipcio.
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